martes, 30 de noviembre de 2010

Carta interceptada de Cyrano a su amante Isabella de Orsini.

Isabella de Orsini, tambien llamada la dama del armiño.

Querida Isabella de Orsini, creo que ha comenzado el descenso inevitable y aplazado durante tantas semanas. Ahora sí que sí, la soledad me envuelve y no me defiendo. La dejo trabajar. No hay consuelo posible para lo que siento, ni nadie dispuesto a consolar a un desterrado.  ¿Quién querría llegar hasta este lugar sin luz simplemente para mirarme con ojos compasivos?.... Sí, compasivos, porque hoy hasta la compasión y el victimismo me parecen salidas dignas. Para quien ya no espera amor, las migajas de la caridad mal entendida le parecen manjares exquisitos.
El descenso prosigue, planeando por una atmósfera desconocida para mí, cargada de murmullos que se clavan como espinas de una corona de metal. Acaba de comenzar la aventura más real de mi vida por esta tierra extraña que nunca creí que visitaría. De aquí a que se convierta en mi hogar permanente, pasaran varias traslaciones lunares, varias semanas de ceniza y paisajes desolados recortados por el cielo más negro que pueda imaginarse.
Literatura y más literatura para ocultar esta rabia e impotencia para cambiar nada de lo que pasó. Para dejar de decir lo que dije y en el momento que lo dije. Y no una, sino miles de veces a lo largo de los años. Tengo el corazón cuajado de sentimientos nuevos y miedos que no sabía. Aromas de olor indefinible, me llenan los pulmones y van alimentando poco a poco la transformación de mi fisonomía por dentro y por fuera. Me espera un largo insomnio.
Besos lejanos, casi imperceptibles.

Cantando a voz en grito sobre la Montaña de Venus.



Me han dejado el laúd y entretengo mis vuelos recordando viejas canciones de entreactos y caminantes, de prostíbulos y tabernas.... Esta es Celestial Light, y mis amigos de Amazing Blondel, la cantaban en el prostíbulo de la rue de Auverne. Les salía mejor cuando estaban borrachos.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Extracto del epistolario entre Cyrano y Jane Aurillac. Usado como prueba en el juicio de herejía contra Cyrano de Bergerac.

Jane de Aurillac
"Querida mía, el poeta al igual que el santo, tiene el privilegio específico de interpretar la realidad, de desvelar el sentimiento maravillosamente rico, original, íntimo de las cosas y nuestra relación con ellas".
"Hace años que Dios me concede el regalo de hablarme a través de vos, querida mía. ¡Pedid misericordia por esta pobre alma que Él ha depositado en vuestro regazo!".
"Ruego a Dios para que vos y yo tengamos un mismo querer y no querer.... Esa será la prueba de que vivimos en un Paraíso anticipado".
"Amada, mi corazón no es más mío sino vuestro en aquel de Cristo Nuestro Señor, el cual deseo que sea el objeto de nuestro único amor".
"Jane, mi corazón es más vuestro que mío, entre nosotros no existe primacía, sino una indivisible unidad".
"Os escribo casi a media noche y muy cansado. Perdonadme si mi corazón no es capaz de dároslo todo. No consigo expresar el deseo ardiente de verse con el vuestro"
"Que paséis una dulce noche, amada mía. No lloréis más. Os aseguro que toda la mañana no he pensado más que en vos....".
"Este placer duró ayer, y permanece todavía hoy con una inexplicable ternura....".

jueves, 25 de noviembre de 2010

Transcripción de una conversación entre Cyrano y Cornellius Van Aenneke. Horario de visitas lunares.

Cornellius Van Aenneke
Gracias, querido amigo. HAS DICHO LAS COSAS JUSTAS. ME HAS HABLADO COMO SOLAMENTE ALGUIEN QUE HA VIVIDO ALGO PARECIDO A LO QUE ESTOY VIVIENDO PODRÍA HACERLO. Son jóvenes, así es Cornellius, aunque no lo parezca o yo quiera que no sea así, son jóvenes y no han pasado por esto..... Son madres, casadas mal o bien, pero casadas, con hijos de distintas edades, con al menos una década por delante para conducir sus vidas a la luz de un proyecto más o menos asumido, más o menos deseado, más o menos a punto de entrar en el pozo sin fondo de la caducidad, esa que nos conduce al inevitable.... ¿Y ahora qué? . Un abrazo. Debo seguir mi vuelo por el valle de las Amazonas.

Sobrevolando el cráter Sócrates 22. Carta de Cyrano a su esposa.

Cyrano de Bergerac poco antes del destierro
Querida Jane. Casi siempre siento que nuestras conversaciones, cuando terminan, no han sido más que un monólogo conmigo mismo. Una sarta de frases llenas de justificaciones de todo lo que hago, digo, siento y sufro. Todo se reduce a esta especie de negación constante de la soledad en la que tu vives y que, como consecuencia, yo soporto a duras penas. No te puedo negar que siento miedo. Incluso a veces me da la impresión de que estoy perdiendo el sentido común. ¡Es tanto el rechazo a beber hasta la última gota del cáliz que me corresponde!.
Cada vez tengo más necesidad de aislarme, porque siento que hago una y otra vez el ridículo, que solo sirvo de divertimento para cierto tipo de personas que momentaneamente se interesan por mí y que para otras ni siquiera existo. No quiero acabar como la esposa de William, Elizabeth. Viviendo para llamar la atención, odiando a las mujeres, buscando refugio en una afectividad ambigua y temerosa. Jamás he sufrido como sufro ahora, jamás. Porque ahora tengo todos los sentidos despiertos, y mi conciencia, por más que se niegue está obligada a hacerse cargo de mi situación. Y es mi deber cerrar cualquier salida que me devuelva a una condición ni siquiera parecida a la anterior.
Sé que el precio que tengo que pagar es muy alto, porque muy alto ha sido mi nivel de inconsciencia frente al dolor que te he infringido durante años. Te aseguro que no me importa pagarlo si con ello puedo devolverte aunque solo sea en parte, la paz y la tranquilidad que te mereces. Pero tengo miedo a perder la cordura, Jane. Porque la soledad del alma me puede. Porque no soy un hombre íntegro, sino un bobo asustadizo. Siento que tengas que enterarte de estas cosas. Es más, no sé si debo llegar hasta tí que necesitas pasar cuanto antes la página más amarga de tu vida.
Te pido disculpas, lamento con todo mi corazón el mal que te he hecho. Quiero que descanses, que estés tranquila, que te recuperes, que vuelvas a vivir en la medida de lo posible.... Resucita, Jane, por favor.
Permíteme un beso.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Desterrado

Cyrano en la Luna
Por mi mala cabeza. Sí. Por mi mala cabeza me veo en estas circunstancias terribles, a medias entre la ingravidez absoluta y la pesadez del plomo. Treinta años después. ¡Quién lo diría!.
No me explico aún cómo he podido sobrevivir al lanzamiento, pero aquí estoy, con la boca y los ojos llenos de ceniza y detritus antiguos. Semidesnudo y flotando a ras de suelo. Movido por la inercia del disparo de un cañón gigante recién inventado para estos menesteres. ¡Quién me mandaría a mí abrir la boca teniendo la nariz que tengo!. Pero qué le vamos a hacer, yo tampoco me libro del patetismo... ¡Con todo lo que luché durante años para eliminarlo de mi vida y la de los otros!.
Creo que ahí estuvo el error.... ¡En los otros!. Porque nadie quiere librarse de su mediocridad. Porque todos tienen miedo a vivir en el límite. Porque nadie piensa, aunque lo parezca, aunque coquetee incansablemente con la duda, colocar su corazón a la intemperie. Y hubo voces que me lo advirtieron. Pero a qué viene quejarse a estas alturas, voy a tener tiempo para especular sin remedio, para dibujar mentalmente paisajes de nada y afectos de algodón. Tendré tiempo para deducir sistemas matemáticos y diseñar mundos a mi antojo. He sido condenado a ser yo mismo por toda la eternidad.... Pero desterrado en la soledad plateada de la Luna. ¡Vieja compañera!¡Por fin juntos! En el fondo ese era tu deseo. Lo has conseguido y te felicito por ello. Ya nada te impide amarme con ese amor virgen, hecho de contemplación fría y distante, de besos sordos y abrazos invisibles.
Adiós, amigos. Quizá volvamos a vernos orbitando en silencio por algún cráter desolado.